La rehabilitación del líder socialista Bettino Craxi, dedicándole una calle en Milán, está causando gran polémica en Italia.
Craxi, el primer socialista jefe de gobierno en Italia en los años 80, murió en el exilio en la ciudad tunecina Hammamet, en enero del 2000, en su lujosa residencia, bien conocida por otros líderes europeos, como Felipe González, buen amigo del político italiano en sus tiempos de poder.
Sobre Bettino Craxi pesaba una condena de 10 años de cárcel por corrupción. Tuvo 13 sumarios abiertos por financiación ilegal de su partido y comisiones. Craxi fue eliminado políticamente en el llamado proceso de “manos limpias” contra la corrupción política. El líder socialista llegó a reconocer en el Parlamento la financiación ilícita de los partidos.
Craxi fue un político innovador, pero también con graves responsabilidades políticas, al permitir y estimular un sistema completamente corrupto, en el que imperaba el clientelismo político y económico. Los permisos de obras se concedían a cambio de importantes comisiones, lo que contribuyó a la explosión de la deuda pública en Italia.
Uno de los grandes beneficiados de ese sistema, que violaba los principios del mérito en los concursos públicos y favorecía el amiguismo, fue precisamente Silvio Berlusconi. En 1984 un decreto del gobierno Craxi le aseguró a Berlusconi, en esa época empresario, el monopolio sobre la televisión privada.
La alcaldesa de Milán, Leticia Moratti, le va a dedicar una calle al líder socialista. Hay quienes apoyan tal iniciativa, como hace su adversario el ex primer ministro democristiano Ciriaco de Mita, con el argumento de que «Craxi formaba parte de un sistema».
Más que una reparación y una rehabilitación, a muchos les parece que en realidad se trata de un ajuste de cuentas definitivo, porque está sirviendo para lanzar acusaciones a la magistratura y poner en discusión su labor en ese proceso de “manos limpias”. Quienes defienden la decisión de titular una calle con el nombre de Craxi en realidad vienen a decir que la corrupción de esa época estaba justificada porque estaba al servicio de la política.
Sin duda, el gran beneficiado de este debate y consiguiente polémica es Silvio Berlusconi. En cambio, sale perjudicada la imagen de la magistratura, ya debilitada en este país. Se da además un bofetón a los magistrados del proceso de «manos limpias», en particular a Antonio Di Pietro, encarnizado adversario de Silvio Berlusconi y hoy líder del partido Italia de los Valores.
EL semanario británico The Economist interviene en la polémica con un comentario que titula así: “Honorificencia vergonzosa”.
A propósito de este debate, el ex embajador y hoy analista del Corriere se muestra contrario a la decisión de la alcaldesa de Milán porque «la historia está mejor sin lápidas».
Milán, la ciudad natal de Craxi, se ha dividido, como ha sucedido, según las encuestas, en el resto del país. Una manifestación de unas unas 300 personas, encabezada por Antonio Di Pietro, ha protestado por las calles de Milán contra la iniciativa para rehabilitar a uno de los políticos más odiados de la historia italiana. Sin duda, el que tuvo una caída en desgracia más estrepitosa, como demuestran las imágenes inolvidables de manifestantes que, al grito de «ladrón», le lanzaban monedas cuando salía del hotel Raphael, su residencia en Roma.