Italia vive la enésima catástrofe natural. Lluvias torrenciales causaron 24 muertos y otras nueve permanecen bajo el fango, en Messina, la ciudad del estrecho, en Sicilia, una de las regiones peor administradas de Italia. Eran personas que vivían, y se sabía, en peligro, sin que ninguna autoridad moviera un dedo para evitar la catástrofe. La avalancha que ha sepultado bajo el fango numerosas casas es uno de los efectos nefastos de la deforestación y de los abusos e ilegalidades en la construcción. De hecho, se había ordenado la demolición de más de mil casas construidas de forma abusiva o ilegal. Pero ni una sola se había demolido.
Muchas zonas en Italia corren el mismo peligro, y están localizadas. Personalmente he asistido a tragedias parecidas en Crotone (1996), y en Sarno (1998), donde murieron 160 personas.
Desde entonces se habla de la necesidad de intervenir con urgencia en esas zonas sometidas a grave riesgo. Pero nada se hace.
Coincidiendo con esta última tragedia, el Gobierno confirma que en enero se comenzará la construcción del puente del Estrecho, para unir Sicilia a la Península. Teniendo en cuenta las urgencias del pais, gastar miles de millones de euros en esa obra faraónica, como ha denunciado, el propio jefe del Estado Napolitano, sería un despilfarro, el enésimo escándalo.