La crisis golpea también a los anticuarios. Se acaba de celebrar una importante feria de antigüedades en Roma, en la que ha estado presente un anticuario español, viejo conocido, que ha hecho gran fortuna en este campo. Ha tenido que pagar 10.000 euros por el stand que ha ocupado durante una semana en el Complejo Monumental Santo Espíritu. Ha ganado bastante en esta feria, pero no con la venta de muebles, si no con la pintura. Me dice que los precios de los muebles antiguos han caído en picado, porque las nuevas generaciones prefieren comprar en Ikea y montarse la casa de forma práctica y rápida. Los jóvenes no quieren ya los muebles de la abuela.
En Italia el fenómeno es parecido, aunque aquí se tiene muy en cuenta el diseño. Así, es normal que en las casas haya algún mueble de diseño, acompañado de la sencillez de los muebles de Ikea. Pero mi viejo amigo, anticuario de tercera generación, no se desespera. Cree que todavía podrá seguir viniendo a esta famosa feria de Roma y hacer extraordinarios negocios con la pintura. Pude ver, por ejemplo, que un cuadro italiano de un santo que había comprado a una noble española por muy pocos euros (la pintura de santos está hoy muy poco valorada en España), aquí en Roma se lo rifaron; hasta veinte compradores le salieron. Aguantó hasta el último día de la feria y al final lo vendió multiplicando por veinte el precio que él había pagado. El santo le hizo un milagro
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